Es de esas palabras que engloban tantas emociones que a veces es difícil de expresarlas. Quizás no para los que la viven puntualmente, pero sí para los que la llevan consigo día tras día. La ansiedad, difícil de explicar para quienes no la padecen, tan complicada de hacer empatizar. Explicar que, lo que no es un peligro para el mundo si lo es para tu mente. Que aunque tu controles tu cuerpo, él va subir de pulsaciones sin pedirte permiso en situaciones que no lo requieren, que aunque haya aire tu puedes ahogarte porque tu otro yo decidió que todo iba a ser una gran montaña de arena.
La ansiedad, una vieja amiga para los que ya batallaron con ella, la expulsaron y tras ella regresar, supieron que de nada servía tenerla como enemiga… Viajas por la vida con esta inveterada amiga a la que no te queda más remedio que aprender a tratar, a pesar de que es delicada, quisquillosa e inesperada, pero es siempre una emoción que quiere decirte algo. Tienes la opción de acallar la ansiedad, es como si la adormecieras temporalmente pero nunca se irá del todo y es entonces, cuando te planteas hasta que punto compensa ignorarla o conocerla tal cual es.
Y si, te cansas y agotas con facilidad, porque llevarla acuestas al trabajo y a casa es esforzarse el doble y no es fácil. Encuentras aliento cuando estás a sola como refugio o con los de siempre para recuperar energías y el equilibrio de todo en tu vida es tu manera de intentar educarla. Una sombra desafiante a la que solo tú puedes darle luz.
El día que decides mirarla de frente te das cuenta que todo está tejido a algo mas grande, a algo más arraigado en tu interior, te hace comenzar a quitar capas sobre ti y a buscar entre ellas y preguntarte ¿De dónde vino?, ¿por qué comenzó esta emoción?
No es todo malo, la ansiedad también te hace humano, te hace cercano, te hace empatizar con los que te necesitan porque ya sabes lo que es necesitar. Te enseña a profundizar tu intuición para captar en los demás cuando algo no marcha bien. Te hace conocerte, pero no en la superficie, te hace conocerte en toda tu profundidad hasta recorrer todos los recovecos de tu historia.
Sin duda alguna todo comenzó por algo. Descubrir los caminos que te llevaron a ella y crecer en el camino hace que te conviertas en otra versión de ti mismo, en alguien que se conoce mejor, que se hace más sabia, que conoce más las pisadas cuando camina y sobretodo, en alguien que decide que sí y que no con mucho más determinación.
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