¿Por qué hablamos mal de las personas a sus espaldas?
Al parecer cuando nos hace sentir mal algo que dijo o hizo otra persona, se apodera de nosotros el sentimiento de haber sido poco respetado, ofendido o incluso el hecho de sentirnos inferior por la actitud molesta. El verbalizar lo que ha ocurrido con otra persona diferente y contándolo con nuestra propia versión, más el apoyo de a quien se lo cuentas, es sin duda un chute de seguridad que recupera el ofendido.
Es quizás por lo que resulta más fácil contar lo que ocurrió a otra persona, dicho desde tu experiencia y sentimiento, que hablarlo y arreglarlo con quien se creó la molestia.
Sin duda alguna todos tenemos nuestros temores y batallas en nuestro interior que evitamos enseñar y hasta escondemos al exterior. Y tras eso nos cubrimos con fortalezas hechas de sonrisas, corazas de durezas y personalidades ficticias en donde no hay complejos ni inseguridades. Solo aparecen cuando necesitamos ahuyentarlas al contarle al otro lo malo que fue el que te dijo o hizo algo.
Hemos llamado durante décadas “falsos” a aquellas personas que lo hacían, incluso hasta cuándo la persona propia también lo ha hecho. Pero quizás son solo personas en una sociedad en la que no aprendieron con madurez cómo hacer lo correcto. ¿Quién enseña a ser sincero sin hacer daño?, ¿a ser educado siendo claro?
Actualmente es más sencillo etiquetar de falsedad a alguien o por lo contrario, llamar el “soy sincero” a hablar de forma dañina. Tal vez es tan fácil como encontrar el equilibrio, encontrar la manera de expresarse a la persona correcta haciendo el menos daño posible.
¿Es tal vez más difícil de lo que parece enfrentar dichas situaciones con quienes ocurrieron?
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